Pellejerías de niños en una salitrera
Por Nelson Codocedo Gallardo.
El tema da para largo, qué cómico me resulta ahora recordar, todas aquellas escenas de todo un argumento que es esto. Por eso lo reanudo, por supuesto, para que nuestra conciencia nunca olvide nuestras anécdotas y no se quede en el tintero.
Lo más gracioso es que, La Juana una morena muy bonita que contaba con tan solo 12 años de edad, delgada frágil por donde se le mirara, siendo una adolescente tan brillante en la escuela y demasiado buena persona con todos sus amigos me incluyo, nos hacía sentir especial. Ese día ni, siquiera hubo una pizca de respeto hacia ella. El desorden fue igual de grande, diría del porte de un buque por las faltas cometidas de todo el curso, dentro y fuera de la sala de clases.
La Magaly, de piernas aparentemente fuertes, pero de mente clara y despierta era una niña muy re mala y “marimacha” su propia familia la tildaba de chiflada por su actitud y comportamiento de hombre. Ese día llevó a la sala de clases una caja de leche desechable a este le hizo irónicamente un hoyo con los dedos y se encaramó muy rápidamente a un banco y empezó a rosearles en las cabezas a todos los compañeros de curso que ahí se encontraban, completando las tareas y ahí “ardió Troya”.
Esto hizo indignar a la” Guatona” Canivilo, otra niña que no se quedaba echada en los huevos, aniñá como ella sola. Hasta ahí ya se había perdido el control en la sala, donde salió a la luz, un puñado de garabatos muy desagradables por lo demás, lo que adquirió la máxima intensidad de calorías en los ánimos de los jóvenes donde se acordaron de todos los familiares. Saliendo al baile, papá, mamá, tíos abuelos y primos.
El asunto es que después había que presentarse en la oficina del director y ahí la cosa era mucho más seria. Bueno a la larga la única sancionada y suspendida de clases con esto fue la “Guatona Canivilo” que no tenía escapatorias por sus insultos a la Magaly es por eso que la Guatona estalló en cólera y abandonó preocupada la oficina. Otros cabros que también deberían haber sido sancionados no lo fueron.
El alumnado a esas alturas ya aburrido y ansiosos por salir a solo segundos de terminar la jornada de clases, esperando el sonar el badajo la campana, dado la orden del profesor, fueron saliendo en fila india y ordenados al amplio patio de la escuela y creo estar seguro que era justo a la una de la tarde. Y en instantes se escuchó en el paisaje silencioso un vozarrón donde los niños esperaban con ansia ese momento. “¡Hasta el próximo lunes niños!” La respuesta era eminente e inmediata, con grito jubiloso a coro que se escuchó en todo el erial pampino.
“¡¡Hasta el próximo lunes profesooooor!!!”
Y salíamos corriendo hecho una bala de la Escuela, con los rostros empapados como un tema recurrente de alegría. Un montón de cabros maliciosos para que ese día fuera inolvidable, se pegaban con los bolsos en la cabeza, una y otra vez, yo y los otros niños poníamos los brazos para protegernos de los golpes, pero igual me llegaban algunos muy fuertes por el espinazo. De tal manera que la hebilla de seguro del bolsón a dejaba marcadito el pellejo con una mancha rojiza.
Los otros cabros del curso eran más tranquilos tenían un universo más distinto hijo de los viejos que vivían en los chaleses, eran padres estrictos con otras maneras de enseñanza a la nuestras. Y por ello se oponían a los muchos juegos que eran nuestros de alegrías y risas, no participaban, porque según ellos les quitaba tiempo para sus estudios, lo que hacía alejarlos de todo desorden, más bien no andaban por caminos errados como nosotros, eran más pituquitos. Le veíamos irse a sus casas jugando pasivamente a las bolitas, al “hachita y cuarta”, o saltando la mayoría de las veces al caballito de bronce.
Nosotros apatotados sentimos la expresión emocional de los niños, aunque resulte difícil de creer no se notaban alegres. Entonces nuestra mente fue desviada y nos quedamos serios todos en un momento. Cuando vimos correr casi a todos para la plaza, uno de ellos gritaba ¡Pelea, pelea!! Apuntando con el dedo índice haciendo un gesto desdeñoso en dirección plaza, corrimos de igual forma. Cuando ya cerca del lugar nos dimos cuenta que eran las niñas de nuestro curso, la Magaly y la guatona Canivilo, que se tenían muy mala, estaban sacándose la mugre agarradas de las mechas y se daban de combos y patadas en el suelo, con los delantales almidonados empolvados y llenos de tierra todo roto, la Magaly caminaba cojeando con un solo zapato y buscaba el otro. ..Nosotros estando en el lugar paramos la pelea, la levantamos y le limpiamos las heridas, estaban bien avergonzadas pero nerviosas la Magaly me miró y me dijo-
-Ya estoy bien gracias-
¿Por favor búscame el otro zapato? por qué seguía cojeando, no caminaba correctamente.
Le pregunte - ¿Qué te pasó porque pelean?
-Es que sabí, chinirro que yo venía tranquila a mi casa y unas niñas me dijeron ¡Magaly no te vayas por esa corrida hay una niña esperándote ahí!, y yo más tontona no le hice caso y una niña de otro curso se me acercó y me tiró un gargajo a la cara, y arrancó.
La “guatona Canivilo” me gritaba “care e laucha” y yo le contestaba “moño de chicharrón” por las trenzas dobladas que usa y me piqué pu, por eso hizo agarrarnos de las mechas.
Cuando llegó más gente al lugar, entre ellos los padres de la Magaly, ya el ambiente estaba más calmado, pero la Magaly, ahí recién se puso más seria y los miró con respeto, entonces su padre preguntó.
- ¿Cuéntame que pasó, como ha sido todo esto?
. ¡¡Apúrate en la casa vamos a conversar! Y se la llevó a puro correazo al hogar.
Ese día yo llegué a mi casa harto cansado y más transpirado que la mugre, mi mamá me esperó con un peine en la mano para pasarlo por mi pelo para verme si traía piojos de la escuela, mi mamá era así , me acuerdo que luego me saqué la ropa y la deje colgada en un rinconcito que hacía de ropero, solo que estaba tapada por bolsas de nylon, para que no se llenaran de polvo, contar la verdad me llena de satisfacción. Luego me lavé las manos instalé conversación con mi vieja en la mesa, mientras me servía un rico plato de “pantrucas” en todo caso mi plato favorito, en ese mismo rato le insinué mi interés de comprarme una pelota de Fútbol, pues hacia pocas semanas había terminado el campeonato Mundial de fútbol en Chile, con "Brasil Campeón del Mundo". Mamá me miraba no más y escuchaba mientras bordaba un paño con rosas para ponerlo de adorno en la sala, los brasileños no me interesaban mucho pese a Garrincha, Pelé, Vavá, Didí, yo era más fanático por Jorge Toro él era mi ídolo y quería ser igual que él, cuando grande.
Me sentía impotente, quería ayudar a mi vieja de todo corazón, no flaqueaba, mi optimismo era inmenso siendo un cabro, porque estaba seguro que no iba ser posible comprar la pelota, que me perdone mi viejo yo no tengo la culpa, los hechos sucedieron de ese modo. Pero saben yo no era regodeón, siempre para navidad me compraban pelotas plásticas que cuando trancábamos con los cabros de la corrida se reventaban y sonaban muy re, lindo, como cuetes chinos…
Hice mi propia reflexión a escondidas tenía todos los deseos de ganar algunos pesos ese día domingo, ya decidido saqué el lustrín de mi papá, para ir a lustrar al mercado, plaza, pero principalmente, a los pasajes de solteros. Era evidente que no faltara el más mínimo detalle. Lo bueno que mi papá siempre mantenía anilinas negras y café para los zapatos, adentro de unas botellitas chicas que conseguía en la farmacia del hospital. Y mi hermano mayor que traía del trabajo a la casa trapos de franela de diferentes colores. Yo los cortaba para limpiarnos los pies, para entrar a la casa que permanecía limpia, impecable, con un olor agradable a comestible, nunca había sentido ese olor tan especial que se quedó impregnado hasta hoy en día, ahora ya viejo nunca supe definirlo. Pero ahora sé que mi madre, también olía dulcemente a mamá. "Cosas de niños"...
"EL CARRILANO DEL RAJO 214"
Por Nelson Codocedo Gallardo.
11-06-2025
Como una página abierta de un libro lleno de historias, encontrarás este escrito sencillo y real.
Te cuento cuando mi viejo llegaba de la pega a la casa, donde vivíamos Aldea 50. En esos años en un intervalo lleno de recuerdos. Mi taita trabajaba de carrilano de rajo en la mina “El Lagarto” en la entonces Compañía Salitrera Anglo Lautaro.
Mi madre en la casa como siempre esperando a mi viejo con toda prolijidad para recibirlo y atenderlo con la mesa preparada con todo ordenadito, todo limpiecito su toalla, sus "chalas condorito" que ocupaba una vez duchado donde luego vendría el servido almuerzo calientito.
Así era mamá con mi viejo había mucho amor por cierto y mucha admiración.
Mi madre por costumbre todos los santos días zurcía los cuántos pares de calcetines rotos de papá y los nuestros. Lo hacía con una ampolleta para estirar la tela y facilitar la costura "para mí una maravilla de madre" y nos decía esto;
- ¿Por qué? cada día acostumbraba a decirnos algo”-
- Y en realidad mamá hablaba siempre en serio-
- había mucha comunicación en relación padres e hijos-
Y fue así que yo y todos mis hermanos, con respeto y en silencio pusimos mucha atención a los dichos de mamá.
- ¿Hijos míos, nunca olviden lo que les voy a decir?-
"quiero hacerles saber esto” Que su papito es el pilar fundamental y el más importante del hogar", El con su trabajo nos da el sustento para comer y para nuestra crianza, valores y principios, es un guía en el crecimiento de todos ustedes, un papá preocupado del desempeño escolar. Así que, si algún día nos falta ¿Qué va ser de todos nosotros?
Una vez que termino de hablar con nosotros levantó la vista y nos dijo;
¿A todos los quiero por igual? Mi madre nos dejó clarito con sus dichos refiriéndose al extenso núcleo familiar de 11 hermanos. Nos demostró el cariño inmenso por todos sus hijos.
A ella no le importaba recibir nada a cambio solo quería que sus hijos estuvieran bien y fueran felices.
De tal manera que en la pieza dormitorio se dormía en los catres, "dos para la cabecera y dos para los pies" por lo mismo, nos acomodábamos en las almohadas y nos sumíamos en profundo sueño. También ya era una costumbre el sentir durante la noche fuertes golpes en el piso.
- “Cuando nos caímos de la cama”-
¡Nos sacábamos la mugre de un costalazo!
- principalmente nos golpeábamos en las costillas y los codos-
- o más de alguno de mis hermanos se orinaba en la cama-
Al día siguiente en los patios de mi casa (las cocinas) mi mamá aun así siendo muy bajita les daba duro a los quehaceres de la casa, con su sonrisa tierna y sus lindos ojos color de aceituna que resaltaban como dos luceros en las noches pampinas. No paraba de trabajar, nunca descansaba, el lavar de platos, el refriegue de ropa en la batea, era el pan de cada día. Luego cargaba con mi ayuda dos baldes de lata galvanizada llenos de ropa blanca de cama sabanas y colchas' y los tendía con mi ayuda en los cordeles de las cocinas. Luego mi madre de repente con mirada de desconfianza trataba con un peine de descubrirme en mi cabeza con mucha paciencia si traía piojos de la escuela y luego me decía cariñosamente:
“¡Estoy feliz contigo, hijo mío!” ¿No tienes piojos?
Me hacía recobrar el ánimo e inmediatamente y en lo más sensato mi mamá me dejaba en la mesa como un premio a mi higiene personal, un vaso de mote con huesillos. Y enseguida me revisaba uno a uno los cuadernos con las tareas.
Al día siguiente como una sorpresa y con un sol quemante se escuchaban dos golpecitos en la puerta como una escena de suspenso y en pocos segundos la aparición fantasmal de mi taita en casa, después de una larga y agotadora jornada de trabajo. Todos corríamos hacia él con los brazos abiertos para abrazarlo y colmarlo a besos. Al rato, el cansancio acumulado de papá se dejaba notar, se recostaba en una banca larga que había en el patio de la casa donde nos llamaba con voz cansada.
¡Niños no quisiera molestarlos! ¿Pero vengan por favor? Yo con mi hermana con desmedido entusiasmo y sin decir ni una palabra corríamos a la voz de mando de papá para sacarle los bototos y unas medias largas de lana de mal olor que se deslizaban por sus estiradas piernas llenas con barro.
Ahí papá daba unos suspiros de alivio y nos decía ¡Gracias hijos míos! ¡Gracias! mientras acucioso a mis debilidades de bueno para comer, aprovechaba de revisarle la vianda si traía algo y me pillaba riendo, no digo que era avaricioso para comer sino más bien el cariño y respeto que yo le tenía. Enseguida me obsequiaba una fruta recién cortada casi siempre una naranja.
Y por cosas de la vida, fue un día que, vendiendo hallullas en los patios de la tarjetera. Era una oficina pequeña (punto de entrega) donde los trabajadores recibían y entregaban las tarjetas, especialmente los mineros. Ahí trabajaba el señor Armando Munizaga Echeverría, empleado “Tarjetero” a quién yo le vendía en su negocio, “cajones y cajones” de paletas” Especialmente los primero de noviembre, donde se iba a esperar al tren de Pedro de Valdivia que llegaba con un gentío enorme de personas, al cementerio de José Fco. Vergara. En un gesto de respeto y duelo hacia los difuntos.
El patio era inmenso donde estaba el diamante de beisbol del memorable equipo del “Bucyrus”, donde los bateadores con jonrones inolvidables acaparaban la atención pública y sorprendían con sus nueve jugadores tremendos bateadores y corredores como uno de los grandes equipos de Beisbol de la zona como “Cardenales”
Ahí pude ver la llegada del convoy que remeció el piso como una leve vibración sísmica tirando cuatro vagones, eran las jabas, transporte que traía a los mineros a la Estación de la calle 21 de mayo. Se veía todo silencioso y aburrido, esto pasaba en la ex, oficina José Fco. Vergara.
Y me acuerdo muy clarito que el aspecto era como una tarde triste de un día feriado.
Fueron los momentos que veo bajar a un apiñado grupo de trabajadores jóvenes convertidos en verdaderos matusalenes, rostros arrugados por el sol y envejecidos por el trabajo. Sedosos llenos de polvo. Sus ropas raídas como en extrema pobreza. Era el turno de día 7 a 3 bajaban apuraditos, la mayoría con loncheros y viandas con el abultado ropaje bajo el brazo caminando rápido a tranco largo. Necesitaban llegar lo más pronto para ganar las duchas en el “Pasaje Serrano de solteros” para irse limpiecitos a “ Tomar once” a la cantina.
Fue entonces que con mi inocencia de niño encerrado en sí mismo por la intensa y penosa visión comencé a mirar uno a uno, los rostros pálidos de los mineros; Carrilanos, barreteros, perforistas, mecánicos, eléctricos, cargadores de tiros’ operadores palas y dragas que bajaban presurosos haciendo crujir las pisaderas de los coches y entre ellos, pude darme cuenta que no venía mi taita.
Lo busqué y no, no, no estaba y presentí que algo había ocurrido.
La noticia sale al aire y se anuncia minutos más tarde. La radio local en onda larga comunicaba con precisión y empatía sobre el grave accidente que había ocurrido en la mina.
El locutor detallaba lo ocurrido. “Se habría cortado un cable que sujetaba una collera, que sostenía la pluma de la grúa PH. en el rajo´214” para un cambio de línea”. Un durmiente de fierro se desprendió del collarín cayendo en la cabeza de un carrilano’ y que felizmente el casco’ de seguridad le había favorecido salvándole la vida”
Para mí y para toda mi familia esos meses fueron de Hospitalización de angustia y lágrimas por la salud y recuperación de mi viejo, llanto y sentimiento familiar. Muy preocupados honramos los valores al esfuerzo y al tesón de mi viejo, fue cuando llegó de alta a nuestra casa me golpeo de lleno el corazón, lo besé y lloré, aunque había llegado más delgado con muchos kilos de menos. Pero con un rostro lleno de felicidad, me abrazó y nos dijo;
- ¡Aquí no ha pasado nada familia! ¡Estoy vivo!
- ¡Gracias a Dios!
- ¿Las gracias les doy a todos por este apoyo cariñoso? –
-De manera que me siento muy bien-
- ¡Eso me gustó de mi viejo!
- ¡Y recordé los dichos de mi mamá! -
"Si algún día papá nos faltara", ¿Qué iba a ser de nosotros?
"¡Creo qué... mamá no se equivocó!"
El triste adiós del pelluco cuando se alejó de la pampa, pero que valió la pena
por Nelson Codocedo G.
Mientras que en el interior en uno de los cuántos ranchos de María Elena, un círculo de plástico condensaba los sentimientos a los hombres qué bebían y bebían a su salud haciendo brindis por doquier. Se escuchaban alegres rancheras en la voz de Antonio Aguilar, que emocionaban a los hombres que prestaban atención a los deteriorados parlantes que sonaban a gran volumen que escapaban a los sones y que hacían soñar a los hombres en una fuerte decepción amorosa.
La aguja del tocadiscos se encargaba de recorrer los surcos de un disco 45 de vinilo, "La cruz de palo" la ranchera parecía traerles a sus mentes, las risas y el entusiasmo de algún rostro soñador lleno de recuerdos de sus amadas y de sus verdinas tierras lejanas.
“¡Los Ranchos!” un lugar escogido por los pampinos luego que salían de la pega, agotados a más no poder, por el cansancio que no era tema para ellos, se daban el ánimo y la fuerza para jugar a la pelota pues siempre en la competencia laboral había un hermoso “Trofeo para levantarlo.”
Y en los vestuarios llamados “camarines” que estaban construido de estructura metálica ligera con tubos y calaminas que significaba para los deportistas una verdadera prenda de garantía. Luego los hombres previos al calentamiento entre risas y bromas, con los torsos desnudos se iban probando uno a uno, los pantalones las medias y camisetas que le entregaba en la logística el utilero “Manterola” siempre puntual el primero en llegar y el último en irse.
Las casaquillas destacaban con la insigne en el pecho de su equipo laboral que defendían con garra y empeño. Aunque a veces eran goleados, aun así, no desmayaban la calidad y el valor lo hacían dejar todo en la cancha. Y ese mediodía jugaban ante un difícil rival, equipo que contaba con varios jugadores titulares en la Selección local, es más cuando salían a la cancha la gente se paraba en las gradas para aplaudirlos con debido respeto, perdieran o ganaran, pero lo más puntual que nunca defraudaran.
Terminado el encuentro de noventa minutos con un calor sofocante y un sol quemante que derretía los sesos, los jugadores felicitaban con abrazos al equipo ganador. Al cabo de unos largos minutos y luego de celebrar el triunfo por ende estaba todo listo. Todo convenido la conversación derivó a la cita ya sacramentada en común acuerdo y ambos equipos caminaron en silencio cruzando la calle para el esperado encuentro de camarería al “Rancho Quillota”.
- ¡Vamos a una paisita apagar la sed!
Así los hombres en numerosa concurrencia comenzaron a llegar uno a uno al rancho” con mucho temple y bien organizado. Mientras la señora Elbita dueña del local tras del mesón saludaba con simpatía y afecto, para atenderlos de muy buena manera.
Los hombres con respeto y seriedad saludaban cordialmente pasando a ocupar uno a uno las mesas (dicho pampino, con las patitas bajo de la mesa) Y uno de ellos se dirigió al mesón (bar) metiendo la mano a la billetera solicitando al mesonero la compra de un cajón de cervezas.
- “¿Permítame paisano cuanto debo?”
- Y pagó rápidamente en efectivo-
Al rato el mesonero, con el rancho’ atiborrado de gente trasladó al hombro el pedido con un cajón de cervezas y en un dos por tres lo dejó acomodado en la mesa provocando un ruido fuerte que hacen los envases de vidrio cuando chocan. Los hombres supersticiosos comenzaron a separar de la “jaba de envases” las cervezas verdes y café. Decían que la cerveza café tenía otro sabor. Uno de ellos entonado dijo.
“¡Oye paisano son tonteras no más!”
“¡Son todas envasadas en la misma fábrica!”
“¡De donde salieron con esa cuestión!”
A esa altura así se conversaba, casi gritando por el volumen alto de la música ranchera. Uno de los que estaba en la mesa platicaba un tema importante de un amigo que era bueno para la pelota y que había hecho dos golazos con dribbling a lo Carlos Caszely, y que integraba el Seleccionado elenino. Estaban todos optimistas y dialogaban muy contentos entre paisanos en la conversa amena y bulliciosa.
Un hombre pedía. “Traiga otra docena más por favor” en ese ambiente de humo y licor donde la única ventilación eran dos ventanales que daban a la calle. Este mismo hombre de nombre Alberto Cuadra, que tenía muchos años en la pampa, había llegado de Vallenar. El tipo se expresaba que cuando tomaba en el rancho, se ponía más inteligente y que el cerebro le rejuvenecía el alma. Los presentes rieron a carcajadas del buen humor de Alberto Cuadra.
Y continuo con lo que quería decir, pero esta vez era en muy en serio.
- ¿Desearía que ningún compañero se fuera de la pampa?
- ¿Sabe por qué? ¿Por qué?
- “Muchos como el pelluco’ llegaron cabritos a trabajar
- A la pampa, como yo” -
¡Entregó todo y dio todo por la pampa hasta ensangrentar sus manos por el caliche!
- Y como filosofía de la vida después de un encuentro deportivo había venido a la memoria el nombre de ese hombre valeroso el pelluco’ que tenía un instinto especial.
Y este mismo hombre alto, de cabeza cana con la necesidad de conversarles a sus amigos respecto al pelluco’ para rendirle un verdadero homenaje. Lo presentó como un personaje importante, él se había convertido en un pampino en adopción de tomo y lomo. Y ese día hizo como anfitrión en la mesa con pinta de dirigente sindical que no lo era y que nunca lo fue, nunca le interesó.
Pero sí de igual forma se mandaba los piojos en todo, le gustaba sobresalir de los demás. ¿Pero tenía una gracia? ¿Era un caballero lleno de sentimientos? Veía todo hermoso alrededor su mundo.
El hombre con una cara de bebido, pero centrado en lo que iba a decir a sus compañeros de trabajo, con un gesto de inclinación y alzando una copa de vino con voz enérgica señaló
-Debo hacer un alto aquí, por favor
- baje el volumen a la música-
¡Permítanme decirles por favor amigos y compañeros de trabajo!
Y todos empezaron acomodarse en los asientos sin arrebatirle ni media palabra... todos prestaron mucha atención bebiendo en silencio.
¡Amigos esto que les voy a decir es para los señores dirigentes sindicales! ¡Que yo sin saber las leyes laborales les doy tiro y lado! ¡Ustedes lo saben! ¡Y que no sirven para nada, y no solucionan nada! ¡No tienen idea son cero a la izquierda!
Este gallo portador de aguzados bigotes trabajaba de operador de (mlt) en la planta Cristal y ese mismo día recordó al pelluco’ como aprovechando la circunstancia para brindarle un homenaje a ese ejemplo de trabajador diciéndoles en la conversa a sus amigos deportistas y compañeros de trabajo que si habían conocido al pelluco’. Y que ese mismo hombre había trabajado por años en la planta Cristal y que se había hecho de muchos amigos y que siempre fue muy trabajador y un muy buen compañero de trabajo. El hombre hablaba emocionado le pareció estar ambientado como en su propia tierra y dijo del pelluco’.
¡El pelluco’ nunca se sintió solo por más que hubiese querido ser independiente! El viejo aun así era muy responsable se sacaba la cresta trabajando porque para que vamos andar con cuestiones raras paisanos, todos sabemos y estamos más que claro que acá se gana una porquería de plata, y que no alcanza para mantener una familia y más si hay una familia numerosa donde hay cabros chicos. Y es más que las cosas suben y suben todos los días. Y todos sabemos que en María Elena ¡Pucha que es caro paisanito lindo!! Con decirles pa, mandar a estudiar a un cabro hay que echarle paisita. Pero el pelluco’ igual enfrentó y apechugó todo esto que le estoy conversando.
¡El viejo apechugó es cierto! siempre solo como era su costumbre, en todas las restricciones económicas que se presentaban, se limitaba, ¿Por qué? por qué el viejo no era tonto tampoco, se limitaba hacer gastos innecesarios igual asumía los problemas se sentía, impotente debido a los bajos salarios y donde había que amoldarse a ello. Tal vez hacía bien en redoblar; nocheras enteras demasiadas heladas y como es esta planta es puro fierro, había que echarle para redoblar, ¿Paisano después el tiempo pasa la cuenta?
“¡Cuántas veces el pelluco acudió enfermo y resfriado a los turnos de noche ¡” “¡Cuántas veces!” todo jodío tenía que ir a consultar al policlínico del hospital y tener que aceptar el pinchazo como único tratamiento rápido y efectivo para volver a cumplir con su trabajo.
“¡Paisanos escuchen!” Esto fue muy cierto, tanto fue la nota grata que cómo en un acto mágico, el jefe en su oficina le brindó una sorpresa formidable, que lo hizo constituir en un aplauso cerrado espontáneo, digno de elegirlo como el mejor trabajador, ¡Las cuántas veces hubiese querido! lo que nunca el pelluco aceptó, la virtud y la humildad que tenía en su corazón sin distinción ni, preferencia era única, admirable.
Un peón ejemplar un luchador en todos los aspectos, estaba con sus compañeros en las buenas y en las malas, hecho de buena madera. Un trabajador sufrido e incansable, un fenómeno común de prestigio y con mérito de ganador en la salitrera. Así con el mismo entusiasmo continúo trabajando, con mucha codicia la pampa, que le había dejado mucha experiencia con verdadero acierto.
Hasta que, con los años trabajados, que fueron más de cuarenta, el hombre jubiló en esta mismísima oficina salitrera. Y tal como llegó un día del sur a este aporreado territorio salitrero, con la diferencia que esta vez se regresó a su tierra con los cabellos plateados. ¡Con decirles paisanos! que unos amigos que eran congregados a una iglesia Evangélica le ayudaron a tomar la decisión donde el pelluco” aceptó el punto de inflexión su regreso al sur, ¿por qué? ¿no quería aceptarlo? no porqué lo hayan obligado la decisión era personal y el pelluco’ la tenía tomada bastante tiempo.
Así que el viejo pelluco’ abandonó la pampa, sesentón canoso y viudo. Con el respeto de sus hijos y con su frente bien en alto, con esa sonrisa que nunca perdió y que le ayudó a enfrentar con hidalguía su vida de operario en la salitrera.
¿Un día estando yo con él? “me dijo esto”
Me voy satisfecho y agradecido de la pampa que me acogió, porque sin nada me vine y sin nada estoy volviendo a mi tierra, pero algo hice, nunca tuve enemigos, fui respetuoso de la gente
No gané plata como para llenarme los bolsillos a cántaro, pero la recompensé, la pampa es inmensa y generosa, porque alcancé a tener de todo, lo que no tenía antes de venirme al norte. Por lo mismo, gané mucho amor, el de mi esposa que en paz descansé y el de mis hijos, gané amistad cariño respeto. Pero ahora tengo que abandonar este desierto que me acogió como un pampino en adopción y con toda esta experiencia de vida en el cuerpo me voy orgulloso a mi querida tierra "Huamalata" “Me voy por donde me vine satisfecho y agradecido de la pampa que me acogió”
¿Mientras tanto paisanos hagamos un brindis para continuar?
Y se escuchó a coro un solo grito “¡Salud compañero!” Bueno como les decía, que a decir verdad esta salitrera siguió su su ritmo habitual, cuando los trabajadores cumplen los años para su jubilación que son 35 años de servicio que por derecho les correspondía, contrataban gente nueva es decir jóvenes que mostraran interés en trabajar y que se incorporaban a la Empresa C.S.A.L. con la misma ilusión del “pelluco” Progresar y mantener un trabajo estable y en lo necesario bien renumerado
“¡Paisanos!” el recoveco de la vida muchas veces nos depara gratas sorpresas, y es allí donde el “pelluco” estampó su gran historial de trabajo y el broche de oro de su historia de vida.
“¡Miren y escuchen paisanos por favor!” A la Planta Cristal llegó un hombre joven alto y huesudo ojos claros, de profesión Ingeniero químico a hacerse cargo del área como Jefe de Sección y durante un turno de día realizó un recorrido general para familiarizarse y supervisar la planta, fue acompañado solo por los ruidos de los motores y de las máquinas baja tubos de los estanques cristalizadores, y correas transportadoras, sin darse cuenta en esos momentos que podría encontrarse con una inexplicable sorpresa con todo el bullicio que ocurría en el entorno.
Escena de un caso muy curioso, cosas que podían ocurrirle a cualquiera, el joven profesional, se quedó parado y estático, frente a frente a un viejo casillero de fierro donde con mezcla de confusión y sorpresa leyó un escrito hecho a mano… ¿Tal vez pincelado por algún trabajador bromista? Donde puestos sus ojos leyó clarito…” El pelluco casillero número siete” Un corolario de felicidad le recorrió el rostro inefable ante la emoción del hombre, no podía haber mejor elogio para ese ejemplo de hombre…Era nada más y nada menos que el innato apodo de su padre, aquél que le había entregado la alegría del éxito, y el que le dio el impulso y el respaldo para conseguir sus logros profesionales y la base de todo su futuro.
Pedro Riquelme Verasay, hijo mayor del “pelluco”, había terminado sus estudios universitarios en Antofagasta y estaba de vuelta en la Salitrera para empezar una nueva era, donde había trabajado su viejo y su mejor amigo que no sería olvidado fácilmente, herencia común bastante respetable.
La vida del ingeniero aquí, recién empezaba.
“Y, sin vacilar, el hombre dando por terminado el historial del pelluco. Los amigos, que en ese momento estaban ebrios y emocionados por la narración, le aplaudieron de pie, y en ese lugar emergieron voces vibrantes”.
¡¡Salud compañeros!! ¡¡Viva la pampa! ¡Vivan los trabajadores!”
Jaime Guerra Yáñez. (Q.E.P.D)
HOMENAJE A UN GRAN HOMBRE, (escrito en la vida real)
"PERSONAJE Y PRIVILEGIO DE LA PAMPA"
por Nelson Codocedo Gallardo
En mi querida oficina José Fco. Vergara, en una de sus corridas más largas, ¿por qué? primero estaba la calle O'Higgins y después la calle, Balmaceda, nunca me olvido el número de la casa Balmaceda 87. Esto me pasaba casi todos los fines de semana, encendía la radio RCA. Víctor en onda larga donde encontraba una buena compañía, la sintonizaba para hacer mis tareas y aprovechaba de escuchar los partidos nocturnos de futbol, cuando jugaba el Colo y la buena música que trasmitía radio Coya, por eso soy un fanático de esa linda música de antaño de los años 60 y 70.
Al aire la fonética del locutor radial que comenzaba a transmitir mediante ondas de radio destinadas a llegar a una amplia audiencia donde parecía escucharse en todo el desierto; era el inicio de Emisoras Coya, que daba la apertura a sus trasmisiones con la frecuencia de Emisoras del salitre que trasmitía y alegraba las tardes estelares para retribuirles a los auditores pampinos con bendiciones por su dedicada sintonía.
En esos años contaba con diez años, y mi anhelo siendo un niño era conocer a la persona que yo escuchaba a diario en la radio con ese suene de voz natural ya conocida. Era difícil para mí, lo veía como un problema imposible, pero no así un inconveniente, para un determinado momento ¿Podía cumplirse ese sueño, la vida tiende a darnos sorpresas? y eso coincidió en el mejor momento que resultó placentero.
Un día mi madre mientras zurcía un calcetín de mi papá en una ampolleta me dijo muy seria:
- ¿Mañana vamos a ir a María Elena te voy a llevar para comprarte zapatos nuevos? -
- “¡Por qué no quiero que te pongas más los zapatos de tu hermano! ¿No es tú culpa hemos estado mal de dinero en este último tiempo, pero ahora se puede?” -
¡Yo más contento que la mugre! creo que nadie se imagina hasta qué punto un niño pampino siente en carne viva esa alegría tan inmensa que para bien o para mal, nunca podrá olvidar, acostumbrado a caminar a pata pela por los terrenos pedregoso de la hermosura y grandeza de la pampa.
Y como si fuese una gran aventura viajé esa mañana en el “Expreso Solari” a María Elena, acompañado de mi madre santa; Y en el trayecto podía observar cómo desfilaban los desmontes calicheros uno tras otro que perduraban como leyendas en los suelos calicheros. Yo entusiasmado no dejaba de mirar por la empolvada ventanilla de cristal como avanzaba a gran velocidad una locomotora Diesel que arrastraba vagones con sacos de salitre, kilómetros y kilómetros, por el patio inmenso de la pampa sin vegetación alguna, pero con una claridad dorada en lo más bello del erial con su telón de fondo de cerros y mesetas que disfrutaba en el corto tramo de recorrido (treinta minutos)
Luego en María Elena, pisando suelo elenino bajamos tranquilamente junto a todo el piño de pasajeros que venían de Pedro y Coya Sur.
El micro se estacionó al costado de la plaza, con vista a la “Oficina de personal” y ahí me llamó mucha la atención un árbol que estaba lleno de algarrobo y fue extraño para mí no ver ningún niño comiendo el dulce del algarrobo, recuerdo que era muy alto y rojizo relucían unas lindas flores amarillas, en ese rato mi mamá me retó y me apuró y sin pensarlo dos veces me dijo ¡Qué mirai tanto apúrate! Y cruzamos al frente y nos fuimos directamente al mercado.
A esa hora ya fluía una calor excepcional, acompañada de un aire lleno de polvo que cubría toda la oficina, pero con un ambiente lleno de vitalidad, la gente tempranito haciendo las compras y se les veía en acción rápida para llegar a los taxis locales para dirigirse a sus domicilios.
Yo no deseaba ir a ningún parte excepto que no fuera el mercado, aunque no le gustara a mi vieja yo solo quería ir por mis zapatos nuevos era mi felicidad quería para estrenarlos luego, era mi inocencia de niño.
Algunos autos pasaban ante mis ojos y podía observar mucha gente por las afueras y por dentro del mercado; otros agrupados conversaban entusiastas y otros sentados en los escaños escuchando la buena música en las llamadas chancha" que tocaba en ese instante un disco 45 de vinilo ese día “Los blue esplendor, tenían un sonido espectacular; la música salía de la Chilenita, local del concesionario Justino Tobar Oyanadel.
De ahí paso a paso nos fuimos mirando uno a uno los puestos de las tiendas comerciales La Combarbalina, Casa de los regalos, zapatería Karamanos, Perfumería mil flores, Casa Cicles, La peluquería sindical y la tienda Lara, lugar donde fuimos muy bien atendidos.
De pronto mi mamá esperó algunos minutos para que pudiera ser atendida fueron los momentos que aproveché de sacarme la chalequina. En ese rato la tienda estaba ocupado con dos señoras que mientras tanto le buscaban el pedido cuchucheaban de lo lindo. Luego de un saludo cordial de ¿Buenos días? Mi madre pidió los zapatos al empleado de la tienda Lara” con cortesía y muy complaciente nos atiende y nos responden el ¿Buenos días? A coro.
El señor una vez escuchado e inmediatamente fue por el pedido y eficientemente instala la escalera y busca en los estantes en lo alto, la caja con mi número de calzado lo hacía con una habilidad tremenda saca del lugar la caja y me los entrega y me dice; ¿Estos son muchacho probártelos? Me habló con un lenguaje medio argentino. Yo miro para todos lados como buscando el lugar donde probarme los zapatos, y me dice el señor con una atención rápida y personalizada.
¿Ahí en ese banco hay un espejo cerca, pruébate los zapatos mi niño? cuando siento un pellizcó no muy suave por el lado de mis costillas pero sin la mala intención de mi madre que me avisa que pusiera atención y que mirara a un señor de aspecto moreno alto y delgado, que había entrado a la tienda, Mi viejita me susurró al oído y dice: ¿Ese es el señor el locutor de la radio? con lo sorprendido que estaba me estaba probando el zapato izquierdo en el pie derecho, ¡Que haces me dijo mi mamá! ¡cabro de porquería! dejé de hacer lo que estaba haciendo y le miraba y no le quitaba mis ojos de encima, entonces mi madre le dijo al comunicador social.
- ¿Él es mi hijo caballero discúlpeme? le tiene mucha admiración y le quiere conocer. don Jaime me mira y me dice;
¡Hola muchacho! ¿Como estás, como te llamas? un gusto conocerte.
¿Como te portas en la escuela?
Y me pasó su mano por mi cabeza cariñosamente dejándome bien chasconeado. Pero la verdad que aquello para mí eso no importó en absoluto, fue más importante conocerle y me pregunté en ese momento a mí mismo con toda la inocencia de niño ¿He cumplido mi sueño en este preciso instante? Un sentimiento de niño que estaba frente a su ídolo de siempre, la emoción fue grande sentí de todo, asombro admiración puede parecer tonto, ¡Pero no! fue una experiencia emocional llena de valores y un testimonio real.
Un comunicador social hombre que se merecía todo el respeto y admiración, en todo sentido de la palabra, nunca necesitó hacer malabares para mostrar lo que valía.
“La radio está de duelo, porqué tenía una influencia notable sobre la gente pampina” y hoy se extraña esa voz con pronunciación, acentuación y estilo sintético de alta calidad, única e incomparable la de don Jaime Guerra Yáñez, la que nunca más se escuchará.
EL CHINITO Tao Ming
Por Nelson Codocedo G.
La maestra se paseaba por toda la sala a paso lento, había un silencio único, ella lograba captar la atención de los alumnos por su forma de hablar clara y firme, caminaba entre los pasillos de los pupitres, haciendo sonar los tacos de los zapatos de charol un poco blanqueados por el polvo. Había admiración y respeto de parte de los niños quienes observaban y escuchaban atentamente.
La mujer en un momento se para quieta mirando al alumnado dando la espalda al pizarrón insinúa, “Jóvenes es común en la educación incluir cuentos y leyendas tradicionales, esta vez la narrativa será oral, se trata de un chino llamado Tao Ming. Él llegó a esta salitrera por el año 1918 desde Iquique junto con dos amigos de ascendencia china a la construcción del campamento José Fco. Vergara. Y luego declarada la pandemia de gripe de 1918 afectó muchos lugares del País contagiando a la mayoría de los trabajadores qué construían el campamento. Durante la pandemia, algunos optaron por vivir lejos del lugar vivir en zonas más aisladas como los cerros para escapar de la saturación de la gripe del lugar mismo. Sus dos compatriotas chinos con la rápida causal de la gripe fallecieron y fueron sepultados muy retirados del campamento, en otro sector adverso del cementerio local, bautizado con el nombre “Cementerio de los chinos”
Él chino Tao Ming tenía su casa más bien dicho su choza, por un cerro llamado “El cura” que luego se llamaría el cerro de la “Z” letra que se formó en el faldeo del cerro por cosas de la naturaleza. Luego pusieron cerro del “cura” porque siempre se veía pasear por los faldeos a un curita que había llegado desde España a Chile y que después de unos años radicado en Antofagasta le enviaron a Vergara como sacerdote a la Capilla “Sagrado corazón de Jesús” de la oficina.
Bueno lo cierto que este chinito la mayoría de las veces bajaba a la oficina a comprar los víveres para su alimentación, pero lo curioso era que el pagaba con piedrecitas de oro. En una oportunidad pagó con un clavo de oro y todo el campamento comenzó a cuchichear de él solo se hablaba de él. Y que luego de realizar sus compras se retiraba pasivamente.
En esos años habitualmente habían muchos hombres malandrines, por eso el caso ya estudiado dos de ellos bebiendo en su pieza en el “Pasaje Serrano” se puso de acuerdo para seguir al chinito cuando caminara a la mina así lo acordaron y así lo hicieron, esperaron el momento oportuno, pero el asiático era astuto no se regresaba por el mismo camino además que siempre lo hacía de noche, era un amplio conocedor del terreno, pero con el tiempo los malandrines dieron con la mina y capturaron al chinito con el fi n que les dijera de donde sacaba las piedrecitas de oro, amenazado con un cuchillo puesto en el cuello, una y otra vez, amenazas que nunca les dieron resultados positivos a los malandrines y por ende le dieron muerte y el secreto jamás se reveló.
De la mina nunca se supo y jamás fue encontrada porque según la leyenda estaba cubierta con “cuero de guanaco” lo que significaba un secreto de minero de nunca ser descubierta.
En la sala en conversa los alumnos en cierto modo, encontraron entretenida muy buena la leyenda del chino Tao Ming. Una alumna que no le simpatizaba la profe señaló; ¿Créame amiga? que la profesora Marta no tiene esa habilidad, esa chispa de entretener al alumnado como el profe Mujica con estas historias que si bien es cierto no me gustan para nada, la encuentro demasiada aburridoras además que no me interesa. Y debo señalar que la profe es una vieja amarga y ojo´ no lo digo yo, sino también todo el curso, la encontramos pesa de sangre y le cae mal a todos.
Es más, puedo contarles que cuando iba en segundo año “B” por qué soy repitente la señorita Marta, estaba solterona y desde entonces es mi profesora, y pido a gritos a todos los Santitos que el año siguiente no lo fuera, hay que ser un alumno valiente y honrado para volver a estar en el curso con ella.
Pero no niego se ha destacado siempre por tener cursos intachables, le gusta que sus alumnos nunca hagan nada malo o vergonzoso en nuestra escuela.
En el patio de abajo cerquita de los baños, hay un pimiento que nos da sombra y frescura, no se imaginan lo grande que era, bajo este arbolito en los recreos jugábamos a saltar el cordel” y al cajón del luche”
A veces el badajo de la campana ya había sonado para entrar a clases y nosotros hacíamos oídos sordos, hasta que un día aburrimos a la profesora y nos fue a buscar allá mismo y nos llevó a mí y a mi compañera de las orejas hasta la puerta de la sala de clases, luego nos tomó de las “trenzas” dando una vuelta completa dentro de la sala ¡Por Dios que dolía! y luego nos dejó paradas mirando para la pared, durante toda la hora de clase. Y nos dijo sentada en un rincón desde unos de los pupitres después de terminado el castigo:
- ¡Vayan mañana a jugar otra vez si gustan! -
En todas partes de la escuela la ebullición de risas de los niños en sus juegos diarios, era pleno no flaqueaba el optimismo, había un escenario para las veladas y actividades de teatro escolares, una biblioteca y una radio pampa donde se transmitían leyendas increíbles como la de hoy contada por la profe, y leídas por el gran profesorado, en los radios teatros que lo tengo latente en mis pensamientos como si fuera hoy.
La pampa es un libro abierto que jamás se termina de leer, y hoy es una lástima que la leyenda del chino, ¡Jamás se volvió hablar! fue algo como si nunca hubiera existido.
21 de Mayo en la Pampa
Por Nelson Codocedo Gallardo
Muchos recuerdos son buenos solo porque acabaron en el momento indicado.
Los 21 de mayo y los 18 de septiembre en la pampa:
el pasado, el presente y el CORONAVIRUS.
Conocido el diagnóstico de la pandemia mundial, el COVID-19, que es una enfermedad infecciosa producida por el coronavirus,
virus que se propaga de persona a persona y, al estar presente, hace que ella emita gotículas que salen expulsadas por la nariz o la boca de una persona infectada al toser, estornudar o hablar.
Pandemia como la visionada en el ayer...
Me transporto a 1912, ante la llamada Fiebre Amarilla que se desató en Sudamérica y llega a Tocopilla y la pampa salitrera, donde falleció tanta gente descansando en los viejos cementerios de la pampa.
Y marcó la brecha del tiempo, haciéndola cada vez mayor.
Mi pueblo... mi pueblo parece que muere...
Ya no se escuchan las voces ni el bullido de la familia pampina...
Ya nadie transita por las corridas de mi pueblo, no hay
ni un alma que le hable y atienda al paisano,
nadie ya habla de sus hijos y los hijos de sus hijos, fieles salitreros.
Los ranchos donde se divertían los hombres están silentes,
la vida sindical, política y social está silenciosa,
el repicar fuerte de la torre campanario de la iglesia... silente.
Y los bailes religiosos, los chunchos y los morenos que utilizaban en sus danzas las matracas, flautas, bombos, cajas y platillos...
Todo está silente, pero en un silencio que mata, que desespera, que daña.
El COVID-19 ha taponado nuestra boca y nariz, y los guantes han reemplazado nuestro sentido del tacto.
Pero no ha muerto nuestra fuerza ni las ganas de seguir adelante. Hoy hablamos con la mirada.
¡¡¡Qué importante se ha vuelto nuestra mirada hoy en día, paisano lindo!!!
Por ahora, solo nos queda la solidaridad, permanecer juntos y elevar nuestras oraciones para que, cuando pase todo esto, busquemos la forma de hacer revivir a mi pueblo como se vivió en otrora:
Con los famosos salones y sus bailes filarmónicos,
celebrar las fiestas patrias en cada oficina salitrera,
con las ramadas… ¿Recuerdan eso...?
Las ramadas de entonces: ¡¡donde se premiaba a la mejor pareja en bailar cueca!!
Se celebraba con tantos juegos típicos como el palo encebado, el tirar la cuerda entre solteros y casados, en fin...
¡¡Tantas actividades que se escapan!!
Recuerdo las salvas de los 21 cañonazos que se hacían oír tempranito en las mañanas, estremeciendo los corazones de todos los pampinos y trayendo momentos de alegría.
Era nuestra identidad cuando niño,
era nuestra razón de ser pampino.
"La Banda del Litro" tocando cuecas y tonadas en el Odeón de nuestra plaza,
y el espléndido Cuadro Blanco.
Yo, vestido de Boy Scout, formado para desfilar. Y al término del desfile, saliendo de la escuela, me entregaban una bolsa de papel, llena de golosinas y frutas.
Y cuando declamaba un alumno algún poema a nuestro héroe nacional Arturo Prat Chacón, arrancaba aplausos entre los asistentes al desfile.
Luego, la arenga del director de la escuela y la formación general en posición firme, para interpretar nuestro Himno Nacional.
Recuerdo también las competencias de volantines en la misma plaza.
Tenía que ser el más bonito, con un buen hilo,
para que no se fuera a las “pailas”.
¡¡Qué hermoso se escuchaba cuando eso ocurría!!
¿Cómo retroceder en el tiempo?
Un sueño de loco.
Sí, me gustaría verlo, aunque nunca volverá a ser como antes,
pese al optimismo de pampino...
Pero me gustaría preguntar:
¿Dónde quedó todo eso, lo que era nuestra identidad?
Todo se esfumó… todo se ha ido como el paso del torbellino,
como el paso de la camanchaca, silenciosa y etérea.
Quedando muy pocos pampinos como únicos sobrevivientes, para contar orgullosos sus vivencias,
¡Qué reminiscencias!
junto a sus familias y amigos.
¡¡¡El coronavirus es el culpable de todo esto!!!
Cuando escucho decir eso...
¡Por Dios que me duele! Porque soy pampino.
Amo a mi pueblo, a mi tierra, a mi gente linda.
Y eso también es el episodio de nuestra historia...
¿Sabía usted, paisano, que años atrás, cuando daban la luz a los hogares, esta llegaba a las cinco de la tarde?
Y el día sábado a las tres.
Y el domingo, durante todo el día...
Pienso optimista:
¿Por qué nadie querría ver morir a nuestra pampa?
Aunque estemos colgando de la hilacha, será el día de su regreso, como esa luz…
Esa luz que hipnotiza, esa luz que nos lleva a santificar en nuestros hogares,
esa luz que nos permitirá ese abrazo efusivo,
el querer sentir ese loco corazón palpitante de emoción…
Pero esta vez…
esa luz será eterna.
¡Que así sea!
Soy el tranque HENRY SLOMAN
Por Nelson Codocedo Gallardo
¡¡Hola, hola... alguien camina por ahí puede oírme!! Me pareció escuchar voces...me preocupa esto pensé que ya venían a saquearme una vez más, pero no, no era eso, es el sonido del viento, mi amigo que me revive y me entretiene con su silbido por años cuidando mi vejez y sobrevivencia, recuerden que yo nací en 1910.
Pues bien les diré, que el viento es mi más noble amigo, él se encarga de divertirme arremolinando el polvo en los torbellinos para que ellos jueguen danzantes por este pequeño valle donde vuelan las mariposas y los centenares de patos los llamados gargantillos, el zorro que merodea todo mi sector y en la cascada la trucha busca rio arriba o mini laguna su alimento en mi colosal murallón de cemento, donde siento remecer ruidoso el caudal del rio de mis viejas estructuras y donde el avistamiento de golondrinas que son un espectáculo divino al ojo humano juegan con su vuelo al entorno del viento en los pequeños arbustos. Lagartijas y arañas las veo esconderse por árboles y arbustos en la fauna del rio que aún existen tan hermoso como el agua del rio que corre buscando su cauce resonante constante y con fuerza lucho en mi estado de silencio y tristeza en mi resignación que suelen decirme Monumento.
Este soy yo, Tranque Sloman en evidencia total y abandono, y constituyo un patrimonio cultural donde veo que me eluden. Soy una antigua represa hidroeléctrica ubicada en el río Loa, cercana a 180 kilómetros a la comuna de María Elena. En su momento fui diseñado para su construcción por el ingeniero Alemán Henry Sloman el gestor a cargo de mi proyecto el aprovechar el caudal del río Loa y convertir la energía hidráulica en electricidad, que era crucial para el desarrollo industrial de esa época, de las oficinas salitreras Rica Ventura, Prosperidad, Empresa y Buena Esperanza de la región. Durante el auge del salitre a fines del siglo XIX y principios del XX. Aunque hoy me siento solo y quizás en el olvido, pero no me quejo fui privilegiado en algún momento y tuve tiempos de esplendor allá por el año 1911, cuando fui una hermosa represa hidroeléctrica ubicada en pleno desierto del Norte Grande.
En mi construcción trabajaron casi 200 hombres que llegaron de diferentes lugares y fueron seis años de trabajo duro para terminar mi construcción. Yo estaba feliz era una gran obra de ingeniería que dio luz a la pobreza dando agua al hombre trabajador pampino que ensangrentaban sus manos por el caliche. En el año 1965 fui desmantelado como planta y solo quedé habilitado como tranque con la misión de regular el riego de los agricultores de Quillagua.
Bueno y ahora lamentablemente lo vuelvo a vivir estoy abandonado en la mitad del desierto del norte como lo dije lleno de escombros y mucha basura, fui para muchos lo más fantástico con mi murallón de 38 metros de altura ahora doy mucha pena con muy poco nivel de agua.
Les cuento que un 15 de enero de 1980 fui declarado Monumento Nacional” Una gran distinción y tremendo orgullo para la Comuna de M.E. y el Norte de Chile.
Puedo decirles que hoy les dejé un pedazo de historia, estando tan cerca de ustedes y ustedes tan lejos de mí, por lo mismo como una petición les pido a las Autoridades de María Elena que me presten más atención soy un Monumento Nacional Histórico y en las condiciones que hoy me encuentro, y para ello invito a todos los jóvenes y por sobre todo estudiantes pampinos que NO me conocen. También propongo que si algún día me visitan lo hagan en horarios programados para que conozcan el por qué estoy considerado entre los 839 elementos de Monumentos Nacionales que significa mi historia y vuestra cultura.
Profesores y estudiantes, deben venir a visitarme. Una advertencia y precaución de seguridad debido a mi condición de abandono los sitios de ingreso deteriorados, escaleras y lugares adyacente tener los cuidados pertinentes.
¡Lo digo tajante por si aún me quieren tener vivo y en pie! NO quiero ser un coloso de cemento en el olvido.
Poemas de Nelson Codocedo

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